Nada puede definir lo que sentimos millones de colombianos ante los resultados electorales del día de ayer, con lo cual se elige como presidente de la República de Colombia al señor Gustavo Petro.
El hombre que representa no solo a la izquierda política, sino también a las organizaciones narcoterroristas que han asolado al país durante sesenta años. Quien además, buscando alcanzar su objetivo, hizo alianzas con los peores y más corruptos políticos del país enarbolando la bandera del cambio.
Sin dejar de mencionar que durante su campaña presidencial ofreció toda clase de favores a delincuentes e infractores a cambio de votos; lo que finalmente dio como resultado la victoria para sus planes.
Tampoco puede descartarse la intervención a su favor por parte de la Registraduría Nacional de Colombia, la misma que lo favoreció en las elecciones parlamentarias, y que seguramente lo hizo durante la primera vuelta presidencial, pues siempre hubo dudas (y ningún control) sobre la legitimidad y honestidad de esta institución.
El caso es que ahora Petro es el nuevo presidente de Colombia. Ahora nos esperan cosas como el desfalco de las pensiones, el ataque a las mayores fuentes de la economía colombiana, la expropiación indiscriminada de bienes, la persecución política y económica a ciudadanos que no pertenezcan al "combo", el retraso cultural, la degeneración y anarquía social, el empobrecimiento de toda la nación, el crecimiento de la nueva burocracia, etcétera.
Ya demostró, durante su alcaldía en Bogotá, su incapacidad como administrador, su mala fe y su facilidad para destruir; lo peor es que ahora tiene más compromisos...
La angustia y el desasociego de muchos colombianos no es infundada, no habrá de pasar mucho tiempo para que Colombia, en manos de ese señor y de sus amigos, se convierta en un país inviable, pobre y desolado, como lo son ahora Venezuela, Argentina, Chile y otros vecinos latinoamericanos que han sido conquistados por el criminal Socialismo del Siglo XXI.
Mientras tanto una cantidad de personas, obnuviladas por las mentiras de alguien que no tiene la capacidad intelectual ni moral para dirigir una nación, celebran lo que consideran un triunfo, pero que a futuro se descubrirá como una tragedia.